La celebración tradicional de Montúfar no se realizó por la pandemia. Estudiosos explicaron el origen de la popular fiesta.
El bullicio, el colorido, el ritmo, la alegría de los personajes no estuvieron en las calles del cantón Montúfar, provincia del Carchi. A causa de la pandemia no se realizó el tradicional Baile de Inocentes de San Gabriel, que a finales de cada enero predominaba en esta localidad del norte del país, sino que se hizo una presentación virtual.
Para rememorar y mantener viva esta práctica, el Gobierno Autónomo Descentralizado organizó un panel virtual, el último sábado, en el cual se abordó los orígenes, el significado de esta fiesta popular, la que buscan sea declarada como Patrimonio Intangible de la nación.
Andrés Ponce, alcalde de Montúfar, manifestó que desde marzo del año pasado se está buscando la certificación de esta fiesta patrimonial que nació en el seno de las familias montufareñas y se pretende sea un reconocimiento a aquellos personajes populares. El psicólogo educativo Diego Arcos Bastidas hizo un preámbulo histórico sobre el origen de la fiesta y sostuvo que se derivaría de la fusión de las fiestas paganas de los españoles con ceremonias andinas.
En Ecuador hay registros de esta celebración en varias provincias. Según testimonios, en las zonas rurales de San Gabriel, en las haciendas circundantes al cantón Montúfar, mantuvieron algo de estos festejos en los que predominaba la jocosería, con disfraces y máscaras, en las cuales hasta se ridiculizaba al patrón o al administrador de la hacienda.
Se cree que con el paso de los años, ciertas familias, recordando festividades antiguas, revivieron estas celebraciones, pasando las caracterizaciones a lo urbano y así se masificó el baile, con la organización de los líderes barriales. Según explicó el investigador Carlos León, “es el pueblo de Montúfar, es nuestra gente la que desde hace más o menos unos 80 años viene sosteniendo y manteniendo esta fiesta”.
El pueblo que nunca aceptó los designios y prefirió organizarse y ejecutar acciones que le permitan estar en el concierto nacional y los reconocimientos obtenidos demuestran eso. Esta tradición popular en los años 60 tuvo su máximo esplendor de manos de personajes destacados de los barrios, de las familias, de instituciones educativas, deportivas, de comunidades campesinas, según acotó el expositor.
En la época del 2000, las caracterizaciones jocosas que hacían a representantes, a hechos, a personajes, tuvieron el respaldo del gobierno municipal. La educadora Maribel Jaramillo recordó cómo se organizaba esta festividad en su barrio San José, donde los dueños de negocios y tiendas colaboraban para entregar los premios a los participantes.
Los bailarines alquilaban los trajes o se los preparaban, según los motivos de la época y acompañados de bandas de música iban por las calles alegrando a grandes y chicos que salían a verlos. Por ello anhelan que este festejo, en el que ha predominado la jocosidad y la picardía que ha pasado de generación en generación, tenga reconocimiento en el ámbito cultural.