HÉROES INDÍGENAS NACIONALES

 

DOLORES CACUANGO Una gran guerrera

 

 

 

Somos como los granos de quinua…

 

 

 

 

 

Dolores Cacuango nació en Cayambe, el 26 de octubre en 1881 y murió en 1971, a los 90 años.  Su  padre,  Juan  Cacuango,  y  su  madre,  Andrea  Quilo,  eran  gañanes en  San Pablo Urco, una parcialidad de la hacienda de Pesillo, (Rodas 2005), la más importante propiedad de los frailes mercedarios.

Sufrió en carne propia el abuso, la explotación y el hambre, en tiempos en que ser indígena implicaba ser víctima de discriminación, despojo, explotación y abuso. Similar situación ocurría con el conocimiento y uso del idioma y que, en el caso de Dolores, era su principal instrumento de comunicación con sus compañeros de comunidad a quienes guiaba y motivaba a liberarse.

 

Asistió, en 1931, rodeada de sus tres tiernos hijos, al incendio de su choza, que los patrones lo decidieron, pensando que el fuego podía destruir ese fuego que animaba la lucha del movimiento indígena.

 

Aprendió que las personas somos hijos de la Madre Tierra, y en consecuencia nadie tiene derecho a aprovecharse de la tierra, mucho menos abusar de ella, porque hacerlo significa acabar con su fecundidad y con los alimentos que generosamente nos brinda; aprendió sobre la importancia y el valor de la palabra, que debe ser vista como un acto sagrado, como un compromiso que se debe respetar y cumplir, por eso la palabra de Dolores tenía y tiene un alto valor por los mensajes y la energía que logró imprimir en cada una de ellas. Por eso solía decir, tocándose en la mitad del pecho: “Yo, aunque pongan la bala aquí, aunque pongan fusil aquí, tengo que reclamar donde quiera. Tengo que seguir luchando. Para vivir siquiera libertad en esta vida.”

Dolores Cacuango, esa extraordinaria mujer campesina que, dotada de un juicio y una lucidez moral extraordinarias, se afirma en el camino de su existencia de tal forma que su espíritu por ser incorruptible es casi perfecto, pero su carácter fuerte la llevó a defender el derecho a la tierra y la lengua Kichwa, que era lo primordial, sobre todo en esa época en que el huasipungo, un sistema explotador, imperaba. ‘Mama Dolu’, como la llamaban, participó en la actividad gremial, apoyó la formación de sindicatos siendo cabecilla de San Pablo Urcu.

El liderazgo de Dolores Cacuango fue indiscutible. Y sus palabras, más que un discurso político, fueron un ariete contra la injusticia y el maltrato a los indígenas. Su liderazgo se impuso sin ninguna duda, manejaba un discurso sencillo y claro, puesto que debía exponer razones y defender planteamientos, ya que llevaba la voz de su pueblo y lo hacía con profundidad, belleza y elocuencia, aquí un ejemplo:

 

 «Quipi quinuashna mi canchic. Shug quinua taca, guaira apanllami. Urcu manta ucsha shina canchic cuchuc pipash randi biñan. Cai urcu ucsha manta allpapa chapi tarpushun».

 

“Nosotros somos como los granos de quinua: si estamos solos, el viento nos lleva lejos, pero si estamos unidos en un costal, nada hace el viento, bamboleará, pero no nos hará caer”.

 

 

FUENTE:

http://www.taringa.net/posts/ebooks-tutoriales/7458808/Raquel-Rodas-Morales—Transito-Amaguana.html

https://nicoleporrasmsociedadycultura.blogspot.com/2017/09/44-paradigma-de-la-identidad.html

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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