Los visitantes podrán contemplar el manuscrito más antiguo del patrimonio bibliográfico ecuatoriano, el más longevo, entre otros vestigios olvidados
Con una muestra del Fondo Jesuita plagada de joyas bibliográficas que son los vestigios olvidados de su pasado colonial, religioso, científico e histórico, la Biblioteca Nacional de Ecuador estrenó recientemente sede propia en Quito después de estar integrada durante 38 años en otro complejo cultural.
Ubicada en la capilla Leonor Heredia, perteneciente al complejo arquitectónico antiguo hospital Eugenio Espejo, de estilo ecléctico neoclasicista, el espacio alberga los 9.095 ejemplares del Fondo, la mayoría textos que van del siglo XV hasta finales del XVIII.
«Quisimos introducir algunos elementos de identidad nacional y como custodio de esta colección, tenemos dos ejemplares donde consta la rúbrica del doctor Eugenio Espejo», refirió a Efe el bibliotecólogo y encargado de la exposición del Fondo, Reni Granda.
Investigador, médico, escritor y político, Espejo (1747-1795) se convirtió en el primer director de la entonces Biblioteca de Quito tras recibir la colección de los jesuitas, que originalmente abarcaba 20.000 volúmenes, y fue inaugurada en 1792.
El nuevo espacio institucional rinde tributo a su figura con un retrato al carboncillo junto a dos libros que le pertenecieron, uno de ellos, un ensayo de política y comercio de 1742.
La Biblioteca Nacional que hoy lleva su nombre, quedó adscrita en 1944 a la Casa de la Cultura Ecuatoriana, de la que pasó a formar parte físicamente en 1983 en el Edificio de los Espejos en la capital, hasta que a fines de septiembre estrenó su sede independiente.
INCUNABLES Y EJEMPLARES CURIOSOS
La primera colección que se inaugura en ella cuenta con ocho incunables datados entre 1480 y 1499, a los que podrían sumarse dos ejemplares de libros considerados raros por ser publicados en 1500.
Los visitantes podrán contemplar también el manuscrito más antiguo del patrimonio bibliográfico ecuatoriano, del año 1666, así como el más longevo impreso en Quito en 1591.
Especial interés despiertan cinco tomos manuscritos por el fraile riobambeño fallecido en Italia Juan de Velasco (1727-1792) bajo la denominación de los «Ociosos de Faneza», que recopila un poemario de sacerdotes jesuitas en el exilio.
La orden fue expulsada en 1767 por Carlos III de todos los territorios de la corona española, entre otras razones, por el poder que acumuló la Compañía de Jesús, según los historiadores.
Tras ser desterrados a Italia y a algunas naciones de Europa, Juan de Velasco compila entre 1790 y 1791 una serie de poemas y cánticos escritos por los sacerdotes, «donde se nota la añoranza, la nostalgia por el terruño», precisa Granda al recordar que muchos eran de urbes hoy ecuatorianas.
En el altar de la capilla están dispuestos una serie de tomos que acompañan una Biblia con una portada decorada con una ornamental cruz latina en relieve, entre los que destaca un pequeño librito de Sor Juana Inés de la Cruz, la poetisa americana del siglo XVII.
VALOR HISTÓRICO DEL FONDO
La directora de la Biblioteca Nacional de Ecuador, Katia Flor, explicó que entre los documentos se quiso dar prioridad a la apertura al público del Fondo Jesuita dado su valor histórico.
«Este fondo es el más antiguo del país, que dio nacimiento a la Biblioteca Nacional y por su antigüedad es el más importante», manifestó.
La institución custodia un acervo de alrededor de 1,2 millones de ejemplares, entre monográficos, publicaciones de la Hemeroteca Nacional, material audiovisual y un fondo especial para personas con discapacidad visual.
Los volúmenes están al alcance de la mano, fuera de vitrinas y pueden ser observados de cerca, incluso manipulados con autorización de la entidad y bajo protocolos especiales en tiempos de COVID-19.
Entre estas joyas ahora en exposición, destaca una carta enviada a Manuela Sáenz, reconocida por la historiografía hispanoamericana como heroína de la independencia de América del Sur, pero también porque fuera amante del libertador Simón Bolívar.