Autor: Manuel de Samaniego
Técnica: Óleo sobre hojalata
Siglo: XVIII
Obra del maestro Manuel de Samaniego, de gran colorido, de profundos efectos de luz y sombra, en la que demuestra su sensibilidad y gran dominio en la expresión artística.
La Coronación de la Virgen María, se considera la culminación de la Asunción a los cielos. Desde ese momento ocupa un destacado lugar junto a Jesús, desde donde ejercerá el papel de mediadora universal.
En la Edad Media, la escena es sencilla, la Virgen sentada a la derecha de Jesús, recibiendo humildemente la corona. A partir del siglo XV vemos a la Santísima Trinidad coronando a la Virgen, los maestros de la plástica universal como el Greco y Velásquez, imponen a la Virgen coronas de rosas en vez de la corona real. La corona real es uno de los principales atributos de María, la iglesia oriental representó a la Virgen nimbada y nunca coronada.
La coronación de la Virgen y de Jesús han sido temas reproducidos por artistas desde el siglo XIII. Una parte de la vida de la Virgen María tanto en la iglesia católica como en la ortodoxa, en la Biblia, en libros sagrados, en el Apocalipsis, en el capítulo 12, se menciona lo perteneciente a la tradición.
La Coronación de la Virgen es parte del Santo Rosario, los Misterios Gloriosos, el quinto de ellos que dice: La coronación de María como Reina y Señora de todo lo creado, una gran señal apareció en el cielo, una mujer, vestida de sol con la luna bajo sus pies y una corona de estrellas sobre su cabeza.
La Virgen Inmaculada preservada de todo mal, libre de toda mancha, de pecado original, al finalizar su vida en la tierra es llevada a los cielos y elevada al trono por el Señor, como Reina del Universo, como corredentora de la humanidad.
El significado de la coronación de la Virgen, es el de proclamar la realeza de Nuestra Señora, que inició a ser reina en el momento mismo de haber concebido por obra del Espíritu Santo a Jesús, Rey, Hombre y Dios. Su majestad la reafirma por derecho de su compasión en la cruz, al estar junto a su hijo al pie de la cruz.
Su realeza la ejerció sobre la Iglesia primitiva con los apóstoles, los primeros discípulos de Jesús y la ejercerá eternamente en el cielo sobre los seres creados.