Las festividades religiosas destacan como estrategias para montar grandes escenarios de los cultos relacionados con la liturgia cristiana y del santoral místico, pero esto no anula la posibilidad de celebrar ritos más mundanos e incluso paganos con la misma intensidad. Es aquí en que se mezcla la religiosidad cristiana con la profana, con la intervención del pueblo disfrazado, apoyando el simbolismo, la actuación y diversión mediante el performance en que invita a la participación de los espectadores. De una manera inteligente y oportunista, el catolicismo logra que la sociedad disfrute en masa y así de esta manera difundir la tradición que llega de occidente.
Por ejemplo, la Semana Santa o Sagrada es una de las celebraciones importantes del calendario litúrgico cristiano que orienta al respeto y recogimiento espiritual de los pueblos católicos. Entre los personajes representativos se encontraban los turbantes o almas santas, un actor muy importante que se hacía presente el día del viernes santo, que por un buen tiempo permaneció oculto por varias razones, que en la actualidad está a punto de desaparecer.
Para el historiador Alfonso Ortiz, estas almas cambiaron la mentalidad de la población y la Revolución Liberal. Allí ocurrieron dos hechos. En 1906 se emitió un Código de Policía que sancionaba las manifestaciones políticas o religiosas que no contaban con permiso escrito. Luego, en 1911, el Congreso prohibió las manifestaciones “externas” de cualquier culto religioso como procesiones que estuvieron vigentes hasta 1949. Cuando volvió la procesión de Viernes Santo, durante el gobierno de Galo Plaza Lasso, para desaparecer al año siguiente. No fue sino hasta 1961 que en el convento de San Francisco surgió la idea de sacar a las calles la imagen de Jesús del Gran Poder. Se dice que todos los cucuruchos son originarios de España, pero en Ecuador empezaron a tomar sus detalles especiales y así surgieron.(Noticias, 2012)
Sus altos bonetes destacan entre la multitud y representan la penitencia. El cucurucho se caracteriza por su color negro y lila, adornado por sus cintas multicolores. su bonete llegaba a medir más de 1,50 cm por lo que pueden llegar a los balcones que sobresalen del segundo piso de las casas en el centro de Quito.
La túnica cubre todo el cuerpo desde los tobillos hasta el cuello, para darle anonimato al penitente. El cordón que es colocado alrededor de la cintura antiguamente se utilizaba como látigo o flagelo para infringirse dolor a modo de penitencia. Hoy en día esas prácticas ya no son empleadas. Cada uno de los personajes tenía una función durante la procesión el Alma Santa. Ese personaje que muestra el sincretismo religioso, representaba a los nazarenos perdonados como sucede en Cuenca y Patate. En Quito, como se presenta en la obra del Turbante de Chimbacalle, una acuarela trabajada por el artista Ramón Salas en el siglo XIX, es un personaje que se conoce históricamente y como se ve en los registros gráficos se encargaba de recoger limosnas de puerta en puerta. Lleva una campanilla y una espada, guantes y medias blancas con zapatos de tacón, máscara y un chal.
La presencia de nazarenos en la semana santa quiteña tiene su origen en la tradición de Sevilla en España; sin embrago, en los registros gráficos de Sevilla no se ven bonetes encintados, como el que lucen los nazarenos o cucuruchos quiteños del siglo XIX, que desfilaban en Semana Santa y Corpus Cristi. Según las investigaciones, es posible que las cintas que adornan el alto bonete de este cucurucho tengan relación con la figura del danzante indígena de corpus.