Sonia Manzano Vela: “He refundado mi vida”

Poeta, narradora y pianista ecuatoriana, Sonia Manzano Vela nació en 1947, en Guayaquil. En 1999 fue ganadora del Premio Joaquín Gallegos Lara al mejor libro de cuentos del año. En 1993 obtuvo el primer premio de la Bienal de Novela Ecuatoriana y en 2020, formó parte de la terna de candidatos para la vigésima novena edición del Premio Nacional Eugenio Espejo.

 

Por: Mgtr. Flor Layedra Torres, editora.

Con su jovial risa y con un saludo de codo, Sonia Manzano nos recibe, haciendo una excepción, en la sala de su casa, ubicada en Urdesa, en el norte de Guayaquil. Mientras nos acomodamos, en los muebles, manteniendo la distancia, nos comenta que no está recibiendo a nadie en su domicilio, como medida de protección, por su edad. Se sienta en uno de los dos sofás, el que está cerca de su piano de cola, rodeada de grandes cuadros, y nos cuenta sobre sus pérdidas y cambios en su vida.

Su último libro digital Animales de combustión lenta es una reflexión sobre sentimientos en torno a lo ido, a lo perdido, a lo añorado… ¿Cómo lo parió?

Este no es un libro inédito completamente, solo dos poemas de ellos lo son, el resto son poemas que ya se han publicado. Su título corresponde al hecho de que me considero una persona que se está quemando lentamente, pero que no deja de quemarse y ese fuego lo traigo conmigo desde el momento que nací como poeta y espero que ojalá no se extinga.

¿Cómo escogió los poemas que van en él?

Como se trata de una colección muy importante, en la cual intervienen 65 poetas latinoamericanos, quise que mis poemas conciten un mayor interés para la comunidad lectora. 

¿Cuáles son los poemas inéditos?

Mi vida y Lágrimas de mango.

En Lágrimas de mango, usted hace mención a su familia y a sus recuerdos. ¿Qué añora de ese tiempo?

Lo que todo ser humano añora cuando está quemando etapas: sus años de adolescencia y sus años de juventud. Este poema evoca a un antiguo árbol de mango que había en la casa de mis padres, que todavía está en pie, en el barrio del Salado. En cada temporada, en diciembre, este árbol se llenaba de mangos y todos los pájaros iban a comer y también nosotros, los cinco hermanos Manzano Vela. En esa época estábamos completos, dos se han ido (Elina y Jorge). Pero este árbol también se fue extinguiendo con el tiempo y allí digo que el árbol se colgó de una de sus ramas, por cuanto ya no daba fruto, se secó.

¿Considera que algo se está secando en su vida?

No, considero que nada se está secando ya que en el momento que yo veo una fuente vacía de mi vida, empiezo a tratar de refundarla para que no sea árida, porque yo no quiero que mi ser sea una tierra baldía; yo quiero que mi ser siempre esté fructificándose.

¿Qué ha tenido que refundar?

He refundado mi vida. Por ejemplo, hay algunas personas que dentro de la pandemia se han considerado anuladas, como que ya no hay esperanzas, que solamente cabe esperar que pasen los días para ver qué acontece, sobre todo quienes estamos en edad vulnerable. Estoy en continua refundación porque voy de un proyecto a otro, soy una mujer de proyectos; claro que los proyectos que me trazo ahora, a esta edad, no son los ambiciosos, los enormes, los megaproyectos, que tenía años atrás; sin embargo, no dejan de ser interesantes.

¿En qué proyectos se encuentra?

Acabo de terminar una novela y estoy trabajando en un nuevo poemario.

¿De qué trata la novela?

Trata sobre un geriátrico, yo le digo que es un vivero para viejos, un hospicio para ancianos. Allí hay diversos personajes, que conviven e intercambian ideas: diálogos sobre la caducidad de la vida, si hay un más allá y qué hay más allá, y silencios, incluso hay escenas amatorias.

Bajo este nuevo libro y lo que ha acontecido en el mundo, ¿se ha replanteado su visión sobre la muerte?

El espacio ha sido muy deprimente, porque hemos estado rodeados de muerte, incluso me ha tocado perder dos seres muy queridos, pero ante esto, uno tiene la esperanza de que hay otra generación que se defiende más, porque es joven. Siempre queda la esperanza de que todo lo que comienza, por mucho que se prolongue, va a terminar. Desde que el mundo es mundo y la humanidad es humanidad, las pandemias no han durado para siempre, han pasado. Incluso a la pandemia le confiero vida.

¿Por qué?

Le confiero vida en el sentido que la pandemia se va agotar, se va a cansar y así como vino se va a ir. Naturalmente, mientras tanto, tenemos que cuidarnos.

Entre las dos personas que usted ha perdido, este año, está su hermano Jorge. ¿Cómo se despidió de él, ya que para finales de marzo no podíamos realizar rituales funerarios?

Nunca me pude despedir de él y no quiero despedirlo, lo voy a tener en mi interior; ahí lo veo sonriente y en pie, no lo veo vencido. Para mí, mi hermano sigue en pie, sigue en su casa. Es por eso que me resisto a visitar su tumba.

¿Qué fue su hermano para usted?

Mi hermano fue un patriarca, fue mi hermano mayor, un caballero; un hombre gentil, bueno, un sabio de las matemáticas. Estuvo considerado, hace muy poco, como uno de los mejores calculistas que tuvo el Ecuador y un gran maestro en la facultad de Arquitectura. No lo estoy ponderando porque ha muerto, porque eso se estila, cuando alguien se muere, hasta el más diablo pasa a ser santo; no, mi hermano fue un caballero.

¿En qué se refugió, en esa época, ya que estábamos en aislamiento?

Me refugié en lo que siempre me he refugiado, pero con mayor intensidad: en mi música, en la literatura, las lecturas son un consuelo, porque nosotros estamos en otros ámbitos, en otros mundos, dialogamos con el autor y los personajes, y también empecé a escribir. Asimismo me refugié en mi familia; el entorno familiar fue capital, nos reuníamos por Zoom. Lo que no podíamos hacer presencialmente lo hacíamos virtualmente, pero de una forma intensa. Tal vez después voy a ignorar lo virtual (risas).

¿Con quién pasó el aislamiento?

Con mi hija Sonia, mi hermano Ibsen, que está enfermo y lo tuvimos por siete meses, después se fue, cuando las cosas se atenuaron; una perrita y yo.

¿Qué escribió en este tiempo?

Escribí dos poemas sobre la pandemia, pero no quise escribir más sobre este tema y si lo leí una vez, no los he leído otra vez, y no pienso volver a leerlos, son poemas muy dolorosos.

Otro ser querido que falleció fue Eduardo Villacrés, ¿cómo se siente?

Él fue el padre de mis hijos; 40 años estuve con él, después hubo una separación cordial, pero cuando falleció volvió una oleada del pasado, de mi adolescencia y de mi juventud, de recuerdos que los tenía olvidados, con una intensidad muy potente que me hicieron estremecer; sin embargo, no ahondé en los recuerdos tristes, sino en aquellos en los que estábamos gozando de la unión familiar. Además, como ya se había atenuado la pandemia fue posible que en una salita funeraria, porque él no quiso velorio, vayan sus hijos y sus hermanos; yo nunca lo vi, no me gustó la idea de verlo allí, quería recordarlo como fue, un hombre de casi 1,80m de estatura, rubio, muy apuesto, malo que le esté haciendo propaganda, pero así fue (risas).

Con él fundó el Instituto Integral Sudamericano…

Sí.

¿Cómo nació este reto de estar frente a un colegio, hace 40 años?

Se puede decir que yo nací dentro de un colegio, porque mi padre fue el rector de los colegios Eloy Alfaro y Cinco de Junio. Nosotros nunca tuvimos una casa, con sala, comedor y cocina; tuvimos un aula que era el dormitorio, escuchábamos las clases que dictaban los profesores y recorríamos todas las aulas. Después fui profesora de un colegio; más tarde hice mi carrera universitaria para ser profesora. Con mi hermana Elina fundamos la Academia de Música Federico Chopin (…). Cuando dejé el conservatorio, con mi esposo fundamos el Instituto Integral Sudamericano; ahora las bridas del centro, las tienen mis hijos. La institución ha crecido porque tenemos el Tecnológico Sudamericano.

Pero usted sigue siendo la rectora de la Unidad Educativa Integral Sudamericano.

Sí, una especie de reina madre (risas).

Ahora que la educación ha tenido que reinventarse por la situación en la que nos encontramos. ¿Cómo ha tenido que reinventarse en el área de la educación?

Antes daba mis clases de piano presencialmente, pero ahora las doy online.

¿Cómo ha sido la experiencia?

Maravillosa. Al principio sí me costó un poco, pero luego me adapté.

¿Qué fue lo que más le costó?

Bueno, yo no tengo la misma experticia que tienen mis hijos, entonces el tener que conectarme, prender el micrófono, la camarita, que se me vean las manos en el teclado, calibrar sonido e imagen…

¿Ahora es perita?

Tanto como perita, no, espero llegar a serlo; sin embargo, puedo dar mis clases tranquilamente (risas).

¿A cuántas personas da clases de piano?

Antes, a 20 personas en las clases regulares, pero ahora doy a cinco de mis nietos y a tres sobrinos. Estoy esperando que todo vuelva a la normalidad, entonces ahí sí vuelvo a mi aula con mis alumnos.

¿Cómo fue para usted el estar en la terna de la categoría de Creaciones, realizaciones o actividades literarias del Premio Eugenio Espejo?

Oh, fue una maravilla. Eso me ayudó muchísimo a sobrellevar la tristeza. Era enemiga de participar en esto, yo nunca hubiera pensado ni siquiera en que propongan mi nombre, pero en eso vino Raúl Vallejo con su idea y un grupo de amistades se sumó a ella, y empezaron a bombardear por las redes comunicacionales; entonces, armamos una pequeña carpeta y se la mandamos a Vallejo para ver qué hacía. Pero lo más interesante de todo esto fue que yo no suponía cuánto respaldo iba a tener… yo creo que gané más que el ganador (risas). 

Aunque no ganó el premio, fueron muchos los mensajes de respaldo para usted, en Facebook. ¿Cómo se sintió ser “la ganadora del mejor premio del Ecuador: El corazón de todos», como la nominaron?

Sí, eso fue una maravilla. Yo sentí que no me daban el pésame, sino que me felicitaban por haber perdido (risas) y me dije: he ganado. Pienso que la gente me dio un respaldo masivo, pero desde ya, yo no pienso volver a participar.

¿Por qué?

Porque yo no soy de las que espera premio haciendo fila; hay otras personas que sí (risas). Me quedo con esa experiencia maravillosa, no quiero que nadie me vuelva a postular, por favor.

En las 29 ediciones del Premio Eugenio Espejo, solo una mujer ha sido galardonada, en la categoría que usted participó, la escritora Alicia Yánez. ¿A qué cree que se deba este sesgo?

Yo pienso que el mundo ha cambiado, ha existido una transformación, una revolución; no es que el mundo empezó a reconocer a la mujer, sino que ella se hizo reconocer. La mujer empezó a ser más valiente y a tomar conciencia de que ella era tan acreedora al derecho que tienen los hombres en la política, en el arte, en la cultura, en el deporte, pero ese puesto no lo tenía que implorar, sino que conquistar y en un mundo tan difícil, porque toda la historia ha sido falo céntrica. Ahora todo eso ha cambiado, donde miremos hay mujeres que se destacan, pero lo importante es no dejar que ese espacio se cierre, sino ir extendiéndolo más. Porque nosotros somos responsables de que en la próxima promoción de mujeres haya la bendita equidad de género y que no solamente sea palabra, sino verdad.

¿Qué mujeres cree que pudieron haberse nominado y a su vez haber ganado?

De haberlas postulado pudieron haber ganado, en poesía, por ejemplo: Ana María Iza, Ileana Espinel. En narrativa tenemos grandes narradoras; lo que sucede es que en las ediciones anteriores, la presencia de la mujer no estaba visibilizada, ahora pensamos en nombres de escritoras que pueden ocupar ese sitial. Hay excelentes poetas, se ha venido como una especie de tsunami de mujeres creadoras.

¿Cómo ve a estas mujeres? 

Son muy prometedoras, con mucha formación teórica, con mucha solvencia, ya no es el poemita que le dedicaban al amorcito, al pajarito, no, son poemas potentes que tienen un gran contenido filosófico; hay más formación.  

 

ENTRE NOS

¿Cuál fue su primer amor, el piano o las letras?

Los dos, simultáneamente. Yo nací escuchando letras y música.

¿Qué música no le gusta?

La que no tiene calidad. Me van a decir que diga reggaetón, pero no voy a decirlo, porque hay cosas en reggaetón que son lindas, por ejemplo esas de Calle 13, a mí me gustan. Tiene buena letra. Me gustan todos los géneros, mientras tengan calidad estética.

¿Qué película puede ver varias veces?

Excepcionalmente puedo ver una película varias veces, como El paciente inglés y Los girasoles de Rusia, esta película la he visto tres veces.

¿Qué libro ha leído varias veces?

Yo leo profundamente un libro, pero ese libro ya no lo puedo volver a leer.

¿Qué es imperdonable?

La impiedad. La persona que es impiadosa, no es un buen ser humano, quien tiene piedad se conduele, pero ojalá que condolerse no quede en eso, en decir: ay, pobrecito, sino que tome acción en favor de los demás.

 

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