A sus 82 años, la soprano ligera ecuatoriana se mantiene al frente en su lucha por la profesionalización del canto lírico. En 1960, estudió en el Conservatorio de Música Tchaikovsky de Moscú. En 2016 ganó el premio nacional Eugenio Espejo en la categoría creaciones, realizaciones y actividades artísticas. Es miembro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana – Núcleo del Guayas y actualmente está dedicada a la docencia en su colegio de artes María Callas.
Por Mgtr. Flor Layedra Torres, editora.
En su hogar, donde también funciona la Fundación Educativa, Social y Cultural Beatriz Parra y el colegio de artes María Callas, nos recibió la soprano Beatriz Parra Durango, haciendo un alto a sus múltiples actividades cotidianas. La cantante se encontraba alistando los pormenores del concierto lírico de sus solistas, por el mes de las artes, y su próxima puesta en escena, la ópera “El barbero de Sevilla”. Parra se define como una persona sencilla, patriota, amante de su familia y nos expresa que está agradecida con Dios por su vida y su realización profesional.
En 2015 dijo que le quedaban sueños por cumplir y hasta que tenga ochenta los tendría. Ahora que tiene 82 ¿le quedan sueños pendientes?
Siempre queda algo por cumplir. Creo que debo seguir en lo que estoy haciendo ahora, formar cantantes líricos que tengan posibilidad de cantar en el país, que tengan trabajo aquí, pero a su vez puedan salir a otros sitios, bien formados y con una buena técnica, para representar a Ecuador. Esto es lo que quiero dejar como legado a mi patria, porque he visto a personas que estudian y que son maravillosos artistas, pero no quieren enseñar.
¿Por qué cree que no quieren enseñar?
Enseñar y trabajar todos los días también es difícil, muy difícil. Yo desde el comienzo he dado clases; venía de Europa y en los seis meses que permanecía aquí me dedicaba a formar profesionales y luego seguía en mi rutina del canto lírico.
¿Cómo combinó la docencia y las largas jornadas como cantante?
No solo coordiné la docencia, sino que, cuando estaba en una gira en España, me hice cargo del Conservatorio Antonio Neumane, al cual amaba mucho, ya que allí estudié. Al principio pensé en quedarme un tiempo, estuve como rectora unos seis o siete años, iba y venía, parecía azafata de avión. Pero cuando era la temporada de ópera en Colombia, yo me quedaba allá unos tres o cuatro meses, lo que duraba el evento, con una orden oficial de la Presidencia de la República, y durante ese tiempo me reemplazaba el vicerrector del conservatorio. Y así transcurrió mi vida. Además me ha gustado estar con mi familia; cuando regresé de Rusia me dediqué, todo el tiempo que tenía, a mi hija (Beatriz Gil Parra) que tenía ocho años.
¿Tuvo alguna dificultad en organizar su agenda con todas esas obligaciones que tenía?
No sé cómo, pero conté con muy buenos colaboradores, entre ellos Solange Read Dibo, Elina Manzano de Félix, Isabel Rivera, Melecio Layana. Después dejé el conservatorio y me dediqué exclusivamente a la vida artística y a los recitales.
¿Qué retos tuvo en el conservatorio?
En primer lugar se hizo una depuración de los profesores que debían quedarse, ya que traté de tener un conservatorio a la altura del maestro (húngaro) Jorge Raiky, pues con ese nivel me eduqué y me sirvió en Europa. Aunque siempre hay un vaivén en todas las cosas de la vida, yo consideré que teníamos que volver a esa calidad y lo conseguimos, pero luego tuve que desvincularme.
¿Cómo se siente con la actual situación del conservatorio?
Me parece inaudito que una institución que estaba tan firme, con buenos alumnos, con profesores extranjeros, de pronto decaiga porque uno que otro profesor no estaba tan bien formado y muchas veces no asistían a las clases, lo que causó una caída en el nivel académico, esto es algo que fue sucediendo paulatinamente, desde que yo me retiré del conservatorio. Además, planificaron la recuperación y remodelación del instituto, pero este se encuentra paralizado y los jóvenes han recibido sus clases en las instalaciones de uno u otro colegio y hoy, debido a las circunstancias, reciben sus clases vía online. Comentaba con un profesor que lo que sucede es trágico porque el edificio está abandonado. Esperemos que ahora que se está estabilizando el Gobierno, mejore la situación.
¿Si a usted le pidieran que se haga cargo de la dirección del conservatorio, aceptaría?
No.
¿Por qué?
Porque ya no tengo la edad que tenía cuando era rectora y nos comíamos el mundo.
¿Cree que en Ecuador el canto lírico ya es una profesión o aún no?
Volvimos a comenzar. En el gobierno de León Febres-Cordero me trajeron de Colombia y acepté venir justamente por el deseo de formar a un grupo de gente que se dedique a hacer ópera; fundé la Opera Nacional en Quito y se realizaron cuatro años de temporadas musicales, pero vino otro gobierno y dijo que eso era elitista y borraron otra vez todo; así no se puede. Ellos tienen que saber que el arte es lo más bello que tiene el ser humano y es lo que permanece durante toda la vida, porque es la historia; la cultura debe ser mejor tratada, debe tener fondos y así poder traer profesores extranjeros para que nuestra gente no se vaya y no se quede en otros lugares porque no tienen cómo trabajar aquí (…). En mi caso, dirijo la Fundación Cultural Beatriz Parra y hago una labor grande y gratuita con todos quienes trabajan en el coro o en las obras que montamos. Se enseña de todo: arte escénico, ballet, canto, sin que los alumnos paguen un centavo.
¿Cómo se sostiene la fundación?
Se gestiona pidiendo los auspicios a la municipalidad de Guayaquil, que es mi base, y lo completo con otros auspicios, pero siempre los estoy pidiendo; sin embargo, debería haber asignaciones bien estudiadas, para no cobrar las clases y para que la gente pobre, que tiene muy buenas voces, venga a estudiar. Ahora por la pandemia todos debemos ajustarnos el cinturón, pero no es admisible que los padres, a pesar de que sus hijos tengan un buen desempeño en el canto, los saquen de las clases, debido al costo, o una cantante joven deba abandonar sus estudios porque ya no puede pagar la pensión (…).
¿Aún no se ve al canto lírico como una inversión?
No es inversión porque no hay trabajo para la música. El padre dice que quiere que el hijo estudie otra carrera y tiene razón, porque del arte no se vive; aunque en otras partes sí y puedes ser solo artista. En Europa si tú dices que eres cantante clásico, dicen: ¡oh, cantante clásico; qué bien!, con respeto.
¿Acá no ha sentido eso?
Acá la gente toma en cuenta mucho eso; yo no me puedo quejar porque toda la vida me han tratado con cariño, amor y respeto; me he ganado eso, porque toda mi vida he sido muy dedicada a mi profesión.
Antonio Manchado declaró “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. ¿Cómo ha sido para usted hacer camino?
Se hace camino al andar…; llegué a Moscú, el clima y todo me llamó la atención, pero no sabía el idioma, solo dos palabras: harasho, spasibo (pronunciación de: Хорошо, спасибо, en español significa “estoy bien, gracias”). Uno va aprendiendo, pero se sufre mucho la ausencia de la casa, aunque me fui con mi entonces esposo (Enrique Gil). De América Latina solo éramos cuatro cubanos y dos ecuatorianos, después de un año llegaron uno de Colombia y otro de México.
¿Han existido retos que ha tenido que superar en la producción del canto lírico?
Claro, es un reto grande. Primero hay que escoger la obra precisa, la que tenga mayor resonancia, la que sea más interesante para el público, por eso he hecho muchas zarzuelas. Estas obras fueron apoyadas por el cónsul general honorario de Israel, Johnny Czarninski; luego nos soltó, pero nosotros seguimos y emprendí en otro género fuerte: la ópera y la opereta, también en espectáculos que tuvieran fragmentos de ópera; todo con el objetivo de crear públicos.
¿Se ha sostenido ese público a pesar de la pandemia?
Nosotros hicimos una labor titánica, el año pasado (2020), en el bicentenario de la ciudad, al hacer la ópera «Carmen» de (Georges) Bizet. Esta tenía una peculiaridad, la obra narra la revolución de los gitanos para independizarse de los españoles y esta, también cumplía su bicentenario; la cabecilla era una mujer, Carmen, una gitana hermosa que todo el mundo respetaba y ella, a través de su canto, de su baile y del amor de un soldado que conquistó, hizo una revolución al mismo tiempo en la que se efectuó la revolución de Guayaquil (en 1820). Saqué adelante esta obra y fui la única en Ecuador que hizo una ópera en ese tiempo.
¿Cómo fue la respuesta del público?
Fue magnífica, se completó el aforo determinado y se transmitió por televisión.
¿Se siente usted realizada?
Yo sí me siento realizada. Además, tengo mi otro campo, el personal. Mi familia es linda; mis padres fueron maravillosos conmigo, el entorno de mi niñez fue de mucho amor. Tengo a mi hija, Beatriz Gil, que también es cantante. Me siento feliz cada vez que canto con ella; antes hacíamos conciertos juntas, estuvimos en el Festival Internacional de Popayán (Colombia). Ella también ha ganado concursos mundiales y unos premios como compositora e interprete en Egipto; es una gran artista.
¿La admira?
Sí. Ella fue cantante de ópera, pero lo que le apasiona es la música latinoamericana, el folclore; desde muy chiquita le ha gustado.
¿En qué está trabajando usted ahora?
Este año realizaremos “El barbero de Sevilla”, en español, para que el público goce de todas las peripecias que tiene este personaje y lo entiendan en su propio idioma, y así se sentirán más allegados a la ópera.
¿Cuándo se estrenará?
El 13 de octubre es el estreno, en el Teatro Centro de Arte.
Después de todos estos años, al final, ¿ya se tropicalizó?
No, siempre he mantenido mi línea. El guitarrista español César León una vez me dijo: “Ya le cogió el trópico Beatricita” y le dije: “¿Cómo que me está cogiendo el trópico? No”. Él me respondió: “Sí, ya me llegó tarde 10 minutos”. A lo que le repliqué: “No, usted se tropicalizó, porque está cantando más lento” (risas).
Entre nos:
¿Qué hubiera sido si no fuera cantante lírica?
Veterinaria.
¿Cuál es su obra de canto preferida?
“El barbero de Sevilla” es una; la “Lucia di Lammermoor” es otra, pero esta me trajo mucho sufrimiento y mucho estrés, porque es una obra tremenda; cuando matan a Lucia, tú estás en el tope de tus posibilidades.
¿Se jubilaría de la música?
No.
¿Por qué?
Porque la música me hace feliz. Cuando me acerco al piano tarareo alguna música, aunque ya me retiré del canto lírico totalmente porque la voz no es la misma de hace cuatro años, pero canto obras napolitanas que me gustan.
¿Le es fácil perdonar?
Yo soy perdón y olvido.
¿Qué le da miedo?
La soledad no es agradable. Ahorita, por ejemplo, no viajo sola ni pagada; antes me iba a Japón y a la China sola.
¿A qué destino le gustaría viajar?
A España, a Francia y a Rusia, pero un viaje más corto sería a Miami.
¿Qué actividades gusta hacer en su tiempo libre?
Me gusta mojar las plantas, bañar al perro; estar tranquila. Acostarme, leer algo y viajar a Salinas.