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TRAYECTORIA ARTÍSTICA DE SALVADOR VILLA
Cursó sus estudios superiores en la especialidad de Bellas Artes en la Universidad Técnica Particular de Loja. Miembro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja y artista independiente. Ha desempeñado dignidades como: expresidente de la Asociación de Artistas Plásticos de Loja, exdirector de la Sección de Artes Plásticas de la Casa de la Cultura de Loja. Profesor promotor-director del grupo de Artes Plásticas Eduardo Kingman Riofrío del Centro Universitario de Difusión Cultural CUDIC de la Universidad Nacional de Loja, coordinador de los Salones de Pintura Contemporánea Latinoamericana (1991, 1992, 1993 y 1998) organizados por las universidades del sur del Ecuador y norte del Perú, director del Taller de Arte Metamorfosis XXI, miembro de jurados calificadores en diferentes eventos artísticos. Ha participado en importantes exposiciones y espacios de arte a nivel nacional e internacional: seleccionado en la Bienal de Dibujo Banco Intercontinental Guayaquil (1984), expositor en la primera pre-Bienal de Pintura de Cuenca, invitado especial a la sala de honor en el segundo y sexto Salón de Pintura Contemporánea Latinoamericana realizado en Loja; entre otras destacadas participaciones en el ámbito artístico.
OBRAS QUE INTEGRAN LA PROPUESTA «EL HOMBRE: FINITO E INFINITO» / SALVADOR VILLA
Ángel 1, 2020, acuarela y rapidógrafo sobre cartón pancacoa, 32 x 24 cm
Ángeles y Cristo, 2020, acuarela y rapidógrafo sobre cartón pancacoa, 32 x 24 cm
Pensamientos desviados, 2020, acuarela y rapidógrafo sobre cartón pancacoa, 32 x 24 cm
Mujer colibrí, 2020, acuarela y rapidógrafo sobre cartón pancacoa, 26 x 26 cm
Niño y colibríes, 2020, acuarela y rapidógrafo sobre cartón pancacoa, 26 x 26 cm
La ingenuidad, 2020, acuarela y rapidógrafo sobre cartón pancacoa, 26 x 26 cm
Protesta, 2020, acuarela y rapidógrafo sobre cartón pancacoa, 32 x 24 cm
La vaca loca, 2020, acuarela y rapidógrafo sobre cartón pancacoa, 26 x 26 cm
Castillo, 2020, acuarela y rapidógrafo sobre cartón pancacoa, 24 x 32 cm
Estibador, 2020, acuarela y rapidógrafo sobre cartón pancacoa, 26 x 26 cm
Pubertad, 2020, acuarela y rapidógrafo sobre cartón pancacoa, 26 x 26 cm
Ayer, hoy y…, 2020, acuarela y rapidógrafo sobre cartón pancacoa, 26 x 26 cm
S/T, 2020, acuarela y rapidógrafo sobre cartón pancacoa, 26 x 26 cm
Esa ventana, 2020, acuarela y rapidógrafo sobre cartón pancacoa, 32 x 24 cm
Hombre careta hombre, 2020, acuarela y rapidógrafo sobre cartón pancacoa, 24 x 32 cm
UN ACERCAMIENTO A LA OBRA DEL MAESTRO SALVADOR VILLA
Análisis: Estuardo Figueroa Castillo, artista y docente de la Carrera de Artes UNL
Conocí a Salvador Villa allá por el año 1978, en condiciones en que la Escuela de Bellas Artes cerraría sus puertas por falta de estudiantes. A decir del hermano Ticiano Cagigal García, canciller de la Universidad Técnica Particular de Loja y director de la Escuela de Bellas Artes de aquel entonces, no se justificaba pagar a ocho docentes por dos estudiantes matriculados. Sin embargo, a Salvador y a mí, a pesar de esto, nos aceptaron la inscripción con la condición de que hiciéramos divulgación para salvar este centro de formación artística. Para el segundo ciclo se incorporó Fabián Figueroa, quien se había retirado de sus estudios para hacer el servicio militar obligatorio por lo que hasta ese momento ya éramos tres compañeros, temporalmente estuvo también durante un ciclo Carlos Burneo, pero luego se retiró. Bajo la coordinación de nuestros maestros Guillermo Herrera Sánchez, profesor de pintura, dibujo y escultura; y el maestro Claudio Quinde Morocho, profesor de cerámica, diseño y decoración, trazamos un objetivo común que era el de realizar exposiciones de nuestros trabajos artísticos por todo el país, ya que así podríamos dar a conocer este centro de estudios e incentivaríamos a la juventud a estudiar artes. Este hecho nos motivó a trabajar sin horarios, incluso lo hacíamos por las noches y hasta los sábados. Recuerdo que en una minga hicimos el primer gran jarrón de cerámica con decoraciones precolombinas que medía un poco más de un metro veinte de altura, llamaba la atención esta obra por su tamaño y la decoración en base de engobes, y llegó a constituir la obra emblemática de aquellas exposiciones.
Realizamos exhibiciones artísticas patrocinadas por la Universidad Técnica Particular de Loja, en el hall de la UTPL y el hall del Municipio de Loja, en la Pinacoteca Municipal de Guayaquil, en la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión de Loja, en SENAPIA Quito y en el Municipio de Machala. Resultó una gran sorpresa que para el siguiente año lectivo nuestra escuela contaba ya con alrededor de 40 inscritos de todo el país que optaban por estudiar artes, con lo que logramos salvar la Escuela de Bellas Artes de la UTPL.
Un hecho importante fue la presentación del proyecto a nuestros profesores para la creación de una planta de cerámica, que sería el espacio idóneo para que los alumnos pudieran hacer prácticas artísticas y de experimentación. Este hecho se concretó con el apoyo del hermano Ticiano Cagigal García, gran canciller de la Universidad, un ser humano muy sensible para las manifestaciones estéticas y de hecho un gran artista.
Posteriormente, algunos egresados de la Escuela de Bellas Artes pasaríamos a trabajar en esta planta piloto que tenía gran demanda por su cerámica característica, donde se fusionó la técnica que impartía el maestro Claudio Quinde y la teorización e investigación de los elementos decorativos de la sabiduría precolombina, así como de las culturas ecuatorianas, de lo que estaba encargado el maestro Guillermo Herrera Sánchez.
Como docentes de la Universidad, logramos generar un importante movimiento cultural en Loja, ya que para aquel entonces no existían espacios para exposiciones ni instituciones que lo promovieran, considerando que los insignes maestros de la plástica lojana como Eduardo Kingman, Daniel Elías y Alfredo Palacio, Oswaldo Mora Anda, Evelio Tandazo, Hermel Quezada, habían emigrado de Loja.
La propuesta artística de Salvador Villa Romero que ha titulado “El hombre finito e infinito”, nos habla de un ser sin ningún tipo de limitaciones, que acciona libremente en las diferentes dimensiones del conocimiento y la experimentación como ser humano. El hombre finito, un ser con limitaciones, tanto en su ser, como en su hacer, es decir, que no piensa ni actúa por sí solo. El tema del hombre en el arte es un tema universal y que la gran mayoría de los artistas de todos los tiempos lo ha tratado cada quien de acuerdo a su estilo.
Salvador Villa, un artista vital, fecundo, durante toda su vida ha sido un obrero del arte, y a ese trabajo permanente: su oficio de pintor, con diferentes códigos visuales ha consagrado toda su vida. Como escultor ha realizado diferentes trabajos y encargos escultóricos entre los que destacan obras de relevancia como el Monumento a la Unidad Nacional ubicado en el peñón de infantería número 7 de Loja; como muralista se destaca el Mural de la Cámara de Comercio y el de las ciencias agrícolas de la UNL, en la pintura ha transitado por el realismo, el surrealismo y el arte abstracto, realizando varias exposiciones nacionales e internacionales. Salvador Villa toma como referente uno de los temas universales del arte: el simbolismo, que constituye un elemento base para la construcción de su obra.
El simbolismo de Salvador Villa está lleno de elementos de la cotidianidad, como la cruz latina que significa la muerte de Jesús y su resurrección, las alas que significan la espiritualidad y trascendencia de la condición humana. Los niños con alas o querubines que son reiterativos en esta obra, representan la plenitud del conocimiento, es decir, llegar a la máxima intelectualidad, muchos de estos elementos son puestos en escena a partir de la fantasía del artista, de sus deseos, sus miedos y anhelos. Villa, con una frescura personal, va sobrellevando en hombros la carga que implica el mundo del arte, su obra es producto de la responsabilidad de un accionar artístico permanente, comprometido solo con su deseo de crear formas desde su óptica de artista.
Su estilo emergente nace como una respuesta personal a la búsqueda incesante de experimentación para encontrarse consigo mismo, para fusionarse desde su Yo íntimo con el mundo circundante.
Su trabajo se concibe a partir de la representación del ser humano como elemento principal, el hombre en sus diferentes etapas, para lo que se vale de la psique. «El saber psicoanalítico es algo que transforma el mundo», según Sigmund Freud, y la obra del maestro Villa, hurga en la interioridad de esos estados anímicos del ser humano en todas sus circunstancias. Para emprender en un proyecto artístico o una nueva obra, el maestro indaga sobre la temática que ha de plasmar. Existe dinamismo en la composición, acompañado de un buen dibujo, su técnica la resuelve con pinceladas sueltas, donde deja fluir libremente la acuarela en las formas anatómicas logradas con anterioridad con el uso de la plumilla, brindándomos así una técnica mixta plasmada en obras de una gran factura artística.
Protesta, es una de sus obras cuyo principal protagonista es el indio, máximo representante de nuestra cultura ancestral. El Imperio incaico estaba integrado por pueblos que habitaban la parte occidental del Abya Ayala, nombre que los aymaras dieron a lo que hoy es conocido como América, la expansión de la civilización inca duró aproximadamente hasta 1532. La extensión del Tahuantinsuyo fue muy amplia. Los cronistas afirman que el Imperio incaico estuvo dividido en cuatro suyos y el centro de esta división política era el Cusco. Se ha atribuido al Inca Pachacútec la creación de este sistema de organización territorial. Su último gobernante fue el Inca Atahualpa, asesinado por Francisco Pizarro.
El problema del indio es un tema de honda preocupación para el artista y a través de sus acuarelas trata de reivindicar a este grupo social desamparado. En esta obra el autor representa un levantamiento indígena que lucha por mejorar su condición, una población aguerrida que clama por justicia, ya que sabe que solo la organización social y la protesta pública les dará frutos, en esta obra vemos una muchedumbre con sus típicas vestimentas, ponchos, zamarras y sombreros, que avanza por los páramos acompañados de su aliento de lucha y resistencia que va más allá de 520 años, su composición en ‘L’, le permite jugar con el espacio y el punto de fuga de esta caravana se pierde en ese infinito azul del horizonte, los cuerpos de los personajes muestran pesadez y cansancio por esa larga travesía de varios días sin descanso, el flamear de las banderas rompe con la monotonía de los marchantes, pinceladas tenues de ocres y azul se conjugan con las formas cinceladas con plumilla.
Pensamientos desviados, es una obra donde sobresale la figura de la mujer revestida de alas, según la mitología griega Niké es la diosa de la victoria. Se le ve acompañando a la justicia, a menudo son representaciones de las diosas griegas Atenea y Termis. En la composición vemos a un búho que se ha asociado desde la antigüedad con la sabiduría y la intuición. Además de ser considerado como el mensajero entre el mundo de los vivos y el inframundo. En esta obra también tenemos un cóndor andino que es considerado un símbolo de espiritualidad y poder para muchas culturas que históricamente ha poblado los territorios de Sudamérica. En el Ecuador es considerado como el rey de los Andes y símbolo emblemático de nuestra nación.
En esta obra el autor con estos elementos compositivos nos muestra su preocupación por lo que sucede en el país y el entorno general, el quemeimportismo de una sociedad que mira a otro lado ante los problemas sociales y la injusticia que se experimenta a diario en todas las esferas del estado, una diosa Niké que no levanta su vuelo para liberarse de una sociedad en decadencia, en la que los sabios asesores representados por ese búho están derrotados y el insigne cóndor no levanta su vuelo, una criatura mitológica que muestra una fusión de animales como en el cadáver exquisito, vemos cómo el ave fénix es detenida con la mano derecha de esta diosa latina, la obra está concebida con una composición dinámica y una paleta en la que predominan los colores cálidos entre amarillos rojos y naranjas y que nos invita a reflexionar recordándonos que vivimos tiempos complejos y difíciles sin un horizonte esperanzador.
La vaca loca, en esta obra el autor narra esa fusión de lo pagano y lo religioso que da origen a la fiesta. Se estima que esta tradición ha sido una aportación traída de Europa en época de la intromisión española, aunque se ha mimetizado de tal forma en la cultura ecuatoriana de estos tiempos que se considera algo tan autóctono como cualquier otra práctica festiva que se extiende por todo el país con sus pequeñas variaciones y significados. La vaca loca es una instalación con madera o chatarra que va recubierta con papel, pintada de varios colores y tiene todo tipo de fuegos pirotécnicos, un personaje jocoso y buen bailarín será el encargado de cargar esta instalación y bailar al son de la música de las bandas de pueblo para el deleite de los asistentes. En toda fiesta popular y de carácter religiosa nunca falta este elemento que es parte del patrimonio intangible de nuestra cultura.
Salvador Villa toma este símbolo festivo para dinamizar su obra, pretendiendo registrar como un cronista estos festejos populares donde las parejas con gran algarabía danzan y con hábiles movimientos evitan ser alcanzadas por las luces y el fuego que emana de esta jocosa figura. El dinamismo de su composición nos induce a ver desde una vista espacial un danzante indígena en primer plano que con su sombrero en la mano hace piruetas para no ser corneado por la vaca loca que de todas partes despide luces de varios colores.
¿Ayer, hoy y…?, es una obra que ha sido tratada por muchos maestros de la plástica universal, como una preocupación de lo que experimentamos los seres humanos. Diego Velázquez en la obra El almuerzo, plasma tres hombres de distintas generaciones, compartiendo alegremente alrededor de una mesa mientras en la penumbra un sirviente vierte vino para continuar la velada. Esta obra nos muestra las diferentes etapas que vive el ser humano, desde que es niño, su edad púber, adulto y veterano, vistiendo ya la mortaja porque espera la visita de la muerte.
Nuestro artista Villa tomó este símbolo para inmortalizar la vida que se nos va de las manos minuto a minuto y en ese trajinar diario nos recuerda que somos mortales, en su obra hay una mirada atenta de la mujer, símbolo de la fertilidad, mujer dadora de vida que de su pupila se desprenden lágrimas porque sabe que traer al mundo un niño es sacrificado y tormentoso. Hay una jovencita que está en periodo de gestación y el cabello cubre su rostro como esquivando las miradas de la crítica y el bullying que experimenta una madre púber. Al fondo un niño que disfruta de los juegos infantiles sin ningún tipo de preocupaciones mientras una figura de edad adulta da la espalda a la realidad porque los años de la tercera edad o senectud son complejos y difíciles. En el fondo vemos un círculo simbolizando el encuentro entre lo divino y lo humano.
El maestro Villa en esta exposición nos presenta 15 obras entre plumillas, acuarelas y tintas sobre cartulina, cada una de ellas nos cuenta una historia desde la óptica de este destacado artista. Auguramos éxitos al maestro y que siga adelante deleitándonos con su talento creativo.