La “época de oro” antaras andinas.
Por la cantidad, calidad y simbolismos de los restos iconográficos y materiales encontrados, se puede deducir rápidamente que se trata de la época de esplendor de la flauta de Pan andina peruana, llamada comúnmente “antara”. Se habría iniciado con la sociedad Paracas de la costa del sur peruano y con la sociedad Vicús del norte.
Fig. 1 Flautas de Pan de Paracas de “tubos complejos”, se pueden encontrar rastros de estos hasta mediados de la sociedad Nazca y se extiende por el sur hasta zonas que hoy pertenecen a Bolivia, Argentina y Chile.
Fig. 2) Flautas de Pan de “tubos complejos”, se muestra en cada uno de ellos sus diseños internos: Paracas (Perú, ) Aconcagua y Mapuche (Bolivia) y Yura (Bolivia)
Fig. 3) Flautas de pan de modelos “pteroformes” o de “tubos complejos”
Fig. 6)Flautas de Pan de modelos “W”: a) “Antara” de la etnia Maku de Colombia, b) “Antara” de la etnia Kuna, c) “Antara” de piedra del tiempo Tiwanaco d) Músico de la sociedad Vicus (Perú) portando el modelo de “antara” “W”
Las “antaras” nazca y las orquestas musicales.
Esta sociedad, situada en la costa sur del Perú, hizo un profuso uso de flautas de Pan en juegos o familias (varios tamaños), vale decir que orquestaron sus músicas en base a las “antaras” finamente elaboradas en cerámica y acompañadas de membranófonos (bombos) y otros aerófonos (como trompetas y silbatos). En esta sociedad conocieron con suficiencia los sonidos y sus estructuraciones (músicas) e inventaron posiblemente sistemas musicales muy complejos, construyeron e hicieron uso de “familias o tamaños de antaras” en base al conocimiento de la acústica y las cualidades del sonido (altura, intensidad, timbre y duración.
LA RUTA ANTARA
La «antara» es una flauta de pan con tubos de geometría interna irregular, llamados tubos complejos, que permiten producir un sonido particular llamado «sonido rajado». La «antara surandina» se encuentra en una extensa zona que abarca desde Potosí, Cochabamba, La Paya, Santa María, San Pedro, Copiapó, Diaguita y Aconcagua, llegando al sur hasta el área mapuche.
Hace su aparición con la milenaria tradición Tiwanaku (300 – 1.100 dc.), la cual expande la influencia de su nueva ritualidad, regulada por ciclos de fiestas y ferias, con actividades chamánico-religiosas, hacia Atacama y el noroeste Argentino. Esta «antara» imita el perfil escalerado del «siku» de caña, con sus tubos esculpidos exteriormente y con un asa lateral que adquiere de los instrumentos musicales surandinos.
Al pasar a Atacama, y luego al noroeste Argentino, pierde paulatinamente el dibujo exterior de los tubos, quedando con una superficie lisa. También aparece en esa misma región, al parecer en un periodo tardío (Horta 2010), un corpus de representaciones que hemos llamado el «tema del antarista».
Se trata de tallados tridimensionales en los objetos de madera del «complejo del rape» que vinculan el uso de la antara surandina con el sacerdote sacrificador, el puma y la llama con la inhalación del cebil.
El sacrificador era un tipo especial de chamán, capaz de celebrar la ceremonia del sacrificio humano por decapitación, y tenía el privilegio de tañer la «antara», la cual aparece en ciertas representaciones sustituyendo la cabeza cortada, estableciendo un vínculo de sentido para el instrumento. La víctima que será sacrificada aparece desnuda, en cuclillas, sus manos agarrando las rodillas, con la antara que no es sujeta por las manos (a diferencia de lo que ocurre con báculos y otros objetos representados en otras tabletas) ni apoyada sobre la boca, lo cual parece enfatizar el hecho que la antara se toca sola, fenómeno que ha sido descrito asociado al trance musical. La antara aparece como el elemento más destacado en el tema iconográfico dentro de esta trascendental ceremonia, revelando así la enorme importancia que tuvo este instrumento, lo que concuerda con lo detectado en los contextos funerarios que conocemos.
ARTESANÍA LÍTICA
La maestría de las «antaras» de piedra Aconcagua sorprende en muchos ejemplares por su extraordinario refinamiento. El grado de perfección y de detalles sugiere que su construcción debe haber sido hecha por artesanos expertos, con conocimientos muy refinados de artesanía lítica, acústica y diseño. Su confección requería un enorme tiempo de trabajo y, por lo tanto, una elite, una escuela de artesanos antaristas capaces de traspasar su conocimiento a través del tiempo.
En general, el conjunto de «antaras» que conocemos revela una gran comunidad de propósito, que solo se puede conseguir con una red de comunicaciones entre músicos y fabricantes de instrumentos, una tradición oral de gran vigor y un sistema musical asentado en un tiempo y espacio de cierta envergadura.
Conclusión.-
La antara, más que un instrumento musical, fue un importante símbolo cultural, religioso y social al que la cultura Aconcagua destinó sus mejores habilidades artesanales y otorgó un lugar fundamental dentro de su ritualidad. Trazos de su importancia persisten a través de flautas rituales (pifilcas y flautas de chinos), actualmente ejecutados en la región surandina.
En resumen, nos hallamos ante una artesanía notablemente desarrollada, que utiliza una materia prima muy específica, la piedra combarbalita rojiza importada desde las canteras de la cordillera de Combarbalá, a ciento ochenta kilómetros de distancia. Esta artesanía está al servicio de una acústica muy sofisticada y alcanza un alarde de virtuosismo que llega hasta el límite mismo de las posibilidades que permite el material, pero que no se exhibe, manteniéndose oculto a la vista. Esos artesanos tenían un nivel de excelencia superior, lo cual nos revela una faceta profunda del quehacer cultural de la época. A la supuesta pobreza las industrias líticas se oponen la refinadísima técnica referida a estos instrumentos, hoy impensable sin la ayuda de la tecnología.
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Enlaces externos.-
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