Tejer en los Andes, no solo es tejer. En él se mantiene un diálogo con el origen. Es un sistema de comunicación muy eficiente entre el inicio de la vida y el instante presente. Tejer es atrapar la información del cosmos, reconociéndose uno como ser humano, en lo divino y manifestarlo en aparente simpleza, en un complejo manto andino. Simplemente tejiendo, se va comprendiendo que cada planeta en el universo es un cuerpo vivo, que funciona en relación con otro cuerpo vivo, bajo un solo latido y cada estrella es solo un punto, pero un punto indispensable en ese gran tejido.
Tejiendo se va comprendiendo que un árbol no es solo un árbol, sino que es un eje que surge desde la tierra y se proyecta hacia el cielo y así discretamente, recoge como un simple canal en sus raíces la memoria del fondo de la tierra, del centro de ese centro y recibe en sus hojas la memoria que viene con el sol, del origen de ese origen.
Para tejer, que no solo es tejer, las mujeres andinas se amarran al árbol, desde su centro como quien se conecta a través de un cordón umbilical a esa memoria ancestral, los hilos de urdimbre son como venas que irrigan al vientre, y en la trama se va plasmando con infinita paciencia esos miles de años de abstracción que forman parte de su genética y su conciencia.
Los símbolos de los mantos que no solo son símbolos del azar, condensan símbolos universales con absoluta precisión, una ciencia geométrica que se funde con el arte en constante integración. En cada tejido se descubre el sueño de un pueblo que amplía su identidad en sus vestimentas. Qué animal no lleva puesto en su piel ese manto diferenciador que lo protege del fío de las aguas, del viento y del sol.
Los mantos andinos protegen más allá de lo insondable del tiempo. Ellos cubren los cuerpos de conocimiento y protegen del peligro más temido por cualquier pueblo consciente, que es el peligro: AL OLVIDO
Tomado de:
Video documental Tejido Andino, de Mariana Tschudi y Mario Osorio
Museo Etnográfico
