OBRA DEL DÍA: EL AGUADOR DE QUITO

                     

Durante siglos, la función de aguador ha sido muy popular y quizá la más importante en la sociedad. Era considerada casi como una profesión, pues el aguador era el especialista en la distribución o venta del agua en las poblaciones.

En el siglo XIX, surge un movimiento artístico con el fin de expresar las costumbres, usos y hábitos de la sociedad. El Ecuador no se hace esperar y los pintores utilizan, como tema de trabajo, las escenas cotidianas. Producen sus cuadros con escenas tradicionales, que retratan la realidad de los habitantes en su diario vivir. Varias de las representaciones pueden estar cargadas con retoques de sarcasmo o humor al criticar las costumbres y los vicios de la sociedad, así tenemos el hombre con escalera, or8ea de palo, la porquera, vendedor de servicios, el aguador, para citar algunos. Entre otros artistas representativos se encuentran Ramón Vargas, Juan Agustín Guerrero, Joaquín Pinto y Ramon Salas.  

Hasta los primeros años del siglo XX, la ciudad de Quito careció de agua potable y la población debía hacer uso de las fuentes públicas, de vertientes naturales, o de chorros ubicados en algunos sectores de la ciudad, el caso del chorro de Santa Catalina o del Carmen bajo, que nacían en el “Apu” del Pichincha en cuyas faldas se ubica la ciudad y el agua era redirigida por acequias o “acueductos” de piedra o ladrillo.  Pero, para el abastecimiento, también contó con “aguadores” o “aguateros”, personas que transportaban agua en pesados pondos de cerámica, para llevar a las casas del vecindario. Los aguateros, normalmente indígenas, obtenían así algún ingreso económico ya que el trabajo debía ser permanente, sin horarios ni excusas.

Para esta tarea acercaban el pondo al chorro de agua y en caso de ser necesario se ayudaban de un tazón llamado pilchi o media calabaza para recoger el agua y depositarla en el huallu, voz quichua que significa ánfora, vasija, pondo, etc. Después de llenarla y taparla, el peso era tal que se necesitaba la ayuda de otra persona para poder subirla a la espalda, se amarraba con gruesos cordeles de cabuya llamados atamba al cuerpo del individuo y al transportar la vasija descansaba sobre la cadera del cargador, quien inclinaba el cuerpo hacia adelante, lo que producía que la carga se balancee con el andar. (FUENTES, 2007)

Hay varias formas de representar esta costumbre. El pintor Ramón Salas ilustra a este personaje como un hombre pequeño, descalzo con poncho y sombrero, con el pondo a la espalda que se sujeta con un cincho a los hombros. Su base se apoya en la cadera y el pilche porta en la mano izquierda, al mismo tiempo en la pintura se refleja el nivel social de una persona pobre de la ciudad.  El historiador José Gabriel Navarro refiere al pintor de la siguiente manera: “Pintaba a ratos, cuando le permitían las circunstancias, sobre todo costumbres quiteñas, personajes de la época, las bellezas de nuestra naturaleza, lo típico de nuestras ciudades, en pequeños cuadros a la acuarela y más tarde, cuando se introdujo la primera litografía en Quito, en grabados litográficos”

De manera tradicional las plazas de San Francisco, Santo Domingo y la Plaza Grande han sido retratadas por los artistas para presentarnos históricamente las costumbres y tradiciones propias de una ciudad en vías de desarrollo.

FOTOGRAFÍAS DE JOSE DOMINGO LASO. BORRON DEL INDÍGENA EN LOS ALBUMES SOBRE LA CIUDAD PUBLICADOS ENTRE 1911 Y 1924. INVESTIGACIÓN Y EXHIBICIÓN «LA HUELLA INVERTIDA». Investigador: Francois Coco Laso

 

Título: Indio Aguador de Quito      Autor: Ramón Salas        Técnica: Acuarela sobre papel     Época: Siglo XIX

 

           

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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