OBRA DEL DÍA: FATAL 22 DE MARZO DE 1859

 

Quito es una ciudad de los andes ecuatoriales, ubicada entre las cordilleras oriental y occidental. Esta ciudad encabeza la lista de los patrimonios culturales del mundo. Varios nevados que la rodean son volcanes activos, por lo tanto se encuentra sobre el cinturón de fuego del pacífico y eso la vuelve vulnerable a los movimientos telúricos. Varios han hecho historia con graves daños en edificios civiles, religiosos, la arquitectura doméstica y la topografía de su medio al igual que en poblaciones y haciendas de los valles ubicados a corta distancia de la urbe.

 

Uno de ellos está registrado en la obra de autor anónimo, que posee el Museo de Arte Moderno de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. En la inscripción, se testifica: “EL FATAL 22 DE MARZO EN QUITO 1859”. El registro de este terremoto, que azotó a la ciudad y que fue sentido en todo el país, es muy importante.  Así refiere el científico José Egred quien menciona que fue “seriamente es afectada la iglesia de La Merced de Quito, los efectos se extendieron hasta las provincias de Cotopaxi por el sur e Imbabura por el norte, grietas grandes en el valle de Los Chillos, muchos muertos en Machachi, Chillogallo, treinta muertos en Imbabura y otras poblaciones”.

El historiador Pedro Fermín Cevallos relata sobre el acontecimiento y dice: “La mañana estaba serena y el cielo despejado. El reloj público acababa de dar la media para las nueve, instante en que se pararon los punteros, cuando apenas se escuchó un corto ruido.Todo empezó con un bamboleo circular; se escuchó el sonido de los maderos que se desencadenan y rompen en el interior de los techos de los edificios; bullen los ladrillos de los pavimentos altos, vuelan las tejas de los aleros y se descomponen las cumbres de los tejados. Suena por instantes el clamor de las campanas para callar de seguida y se oyó las lamentaciones de la multitud, ya esparcida por las plazas y las calles manteniendo la vista sobre las torres y casas que tienen por delante. Se pusieron muchos de rodillas y clamaron al cielo la piedad. Pareció que paró el temblor. ¡Burda Esperanza! Volvió con mayor intensidad, duró aquel sacudimiento alrededor de sesenta y cuatro segundos.

Y continúa su relato: media torre, cimborio y claustro occidental de San Agustín, todo el presbiterio de Santa Catalina, la cúpula y parte del traspatio de La Merced, las galerías altas de dos ángulos del Convento de Santo Domingo, la torre de santa Bárbara, la mitad de la de San Blas, la torrecilla de la de San Juan y parte de sus claustros, algunas paredes interiores de los Monasterios de Santa Clara y Concepción, y uno que otro piso de algunas casas, yacen por tierra.

Las torres de San Francisco, la Compañía y el Hospital quedaron como apostilladas por gruesas artillerías y los templos del Sagrario, Santa Clara y los dos Cármenes despedazados. Parte de la techumbre de la catedral se vino al suelo; los conventos de San Buenaventura, la Compañía y la Concepción quedaron bien estrazados; los demás templos sin las cúpulas de las torres cuando menos, y rajadas poco o mucho y casi todas. Los palacios de Gobierno y del Arzobispo tuvieron algunos de sus paredes en el suelo y otro por caer, y muchas de las casas tenían en el suelo sus azoteas”

 

Este relato se representa en la obra de arte. Se mira el clamor y la desesperación de las personas, sus actitudes hacen que, por poco, escuchemos  los gritos de auxilio y piedad a Dios, solicitando ayuda para ser librados de la muerte producto de la despiadada naturaleza. El cuadro muestra el templo con la fachada de piedra y la torre de San Agustín que al momento ya presenta un estilo neoclásico con su primer cuerpo de piedra en estilo manierista, mismas que dan a las actuales calles  Chile  y  Guayaquil, muro que históricamente alberga la puerta con marco de piedra de acceso a la actual Plaza de la Salud.

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