El joven Pinta o Pinto, más conocido como Píntag, con la fonetización castellana, hijo de Pugache y de una señora Anagumbla, había recibido el encargo de comandar la guerra. En lengua quiteña su nombre significa agua sagrada del padre. Era pequeño de estatura, pero de contextura robusta; su cabeza, cubierta de pelo negrísimo, liso y brillante, su cabeza rodeaba de una cinta amarilla con ribete rojo.
En la mano derecha llevaba siempre el guallimbu, arma eficaz fabricada con una aleación de cobre y oro, para degollar de un solo tajo.
La comunidad entera le había nombrado isamina, pues había pasado la iniciación ritual en las aguas míticas de Catequilla. Ahora, junto con los unilas (jóvenes guerreros), estaba dispuesto a desalojar al inca invasor de la geografía quitu. Formando grupos pequeños, de gran desplazamiento, asechaba a los enemigos para caer sobre ellos sorpresivamente. Los cuzqueños tenían que caminar con cautela. Pinta comandaba las fuerzas coligadas de Guallichicomen, Sangolquí y Guangubulu. Después de dejar organizada la defensa en Uyumbicho, se concentró con numerosos guerreros en los pucarás de Ingoloma y Añaro.
Otras fuerzas conformadas por gente de Lumbisí, Añaquito, Lincán y Alóag, resistían bravamente. Estos defensores fueron empujados hacia Pambamarca, siguiendo los altos de Huamaní y la Tropa Encantada. Pinta obligó al enemigo a seguirlo en su retirada estratégica, para extenuarlo. Pero en Pambamarca le esperaban mayores desafíos.
Luego de la sangrienta batalla de Imbaya, llamada de Yahuarcocha por los cuzqueños, Pinta fue calificado como bárbaro por el cronista Montesinos y como valientísimo por Sarmiento de Gamboa. Pinta escapó con seis mil soldados quiteños para establecerse en los fríos y difíciles páramos del Antisana. Desde allí organizó nuevamente una perseverante guerrilla contra el inca, al que mantuvo desconcertado durante meses.
Puruguayes, caranquis, sigchos y quitus, estaban bajo el mando del valiente Pinta. Pero Huayna Cápac envió grandes partidas de orejones para dar con él.
Sarmiento de Gamboa, resumiendo el contenido de los quipocamayos de Toledo, narra así el final de la sangrienta invasión y conquista del Reino de Quito por Huayna Cápac:
“…y despachó un capitán con gente en seguimiento de Pinta que iba huyendo y haciendo mucho mal. Y le siguió, hasta que Pinto se metió con sus compañeros en una montaña, en donde se escapó por entonces, hasta que, después de que Huayna Cápac hubo descansado algunos días en Tomepampa, supo que andaba por las montañas y le hizo cercar y atajar las entradas y salidas de todas aquellas montañas, y así, fatigado de hambre se rindió él y los suyos.
Fue este Pinto valientísimo, y tanto coraje tenía contra Huayna Cápac, que aun después de preso, con hacerle el inga muchos regalos y buen tratamiento, nunca le pudieron ver la cara. Y así murió emperrado, y por esto Huayna Cápac le mandó desollar y hacer con su piel un tambor, para danzar al sol, que le envió al Cuzco, y así con esto se dio fin a la guerra”
FUENTE:
«HUAMBRACUNA La epopeya de Yahuarcocha». Alfredo Costales Samaniego
Dolores Costales Peñaherrera. ABYA YALA.2002.
Imagen: Arte Digital Mauricio Quiroz C.