73 personas sin casa hallan ocupación en los albergues en Quito

Gabriel Flores Redactor

Las calles del sector de la Basílica, Centro de Quito, eran el hogar de Wilson antes del inicio de la emergencia sanitaria. Lo primero que pensó cuando se enteró del inicio de la cuarentena, por el covid-19, fue que tenía que proteger su vida de alguna forma. Eso lo motivó a aceptar la invitación que le hizo un grupo de trabajadores del Patronato San José, para trasladarse a uno de los dos albergues municipales.

 

Desde que vive en el albergue, en el Pabellón de las Artes de la Casa de la Cultura -el otro está en el Centro Histórico-, Wilson ha cambiado de forma radical su rutina. Estaba acostumbrado a largas horas de ocio. Ahora, sus actividades empiezan a las 06:00 y terminan al final de la tarde.

Como el resto de las 73 personas que están en los dos albergues, 68 hombres y 5 mujeres, Wilson se alimenta cinco veces al día, colabora con la limpieza y participa en las actividades lúdicas y de ayuda psicológica. Y se da tiempo para jugar con un nuevo amigo, un perro mestizo que ronda a las afueras del albergue.

El segundo albergue se ubica en San Roque, en las calles Chimborazo y 24 de Mayo.

 

Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO A escala internacional, no hay un protocolo de manejo de personas que viven en la calle durante una pandemia. Daniela Peralta, jefa de la Unidad de Atención a Personas con experiencia de vida en calle, del Patronato, cuenta que el trabajo previo en el proyecto Casa del Hermano ha ayudado a implementar los procesos colaborativos en estos dos albergues.

 El trabajo con estas personas es complejo. La mayoría tiene patologías o trastornos psiquiátricos acompañados de un consumo crónico de sustancias psicoactivas. Lo que fuman o aspiran es la “basura” de las drogas que circula en la ciudad: inhalantes, base de cocaína y químicos mezclados. Sin posibilidad alguna de consumo, muchas personas han sufrido crisis de abstinencia.

“Quienes pasan por este proceso, que es el 80% de las personas en los albergues, reciben ayuda médica. La etapa más crítica es la de la desintoxicación. Para esta labor contamos con apoyo del personal de salud del Municipio y del Ministerio de Salud”, cuenta Peralta.

Al apoyo psicológico y médico que están recibiendo estas personas se suma el cuidado en su seguridad sanitaria. Antes de ingresar, todos pasaron por una valoración médica.

Les revisaron sus signos vitales, temperatura, presión arterial y pulmones. Se les retiró la ropa con la que llegaron y se les entregó una mudada -incluidos ropa interior y zapatos- y un kit de aseo.

Por este proceso pasó Marco Vinicio, un hombre de cabello cano y cuerpo menudo, que vivía en las calles del Centro desde hace 20 años. Al igual que al resto de sus compañeros del albergue, le alarmó el covid-19. Sentado en una banca afuera de su casa provisional, cuenta que tuvo miedo por su vida pero que ahora se siente a salvo.

En la urbe no existen datos oficiales del número de personas que viven en la calle, pero sí de los abordajes que ha realizado el Patronato desde el 17 de marzo hasta el 27 de abril. En este periodo se ha localizado a 2 295 personas, de las cuales 835 corresponden a una condición de movilidad humana.

Hasta hoy, el trabajo operativo de estos albergues, que incluye desinfección diaria, se ha mantenido gracias al dinero que era del presupuesto asignado a otros proyectos del Patronato y a donaciones de instituciones públicas y privadas.

Entre los insumos que necesitan está material de seguridad sanitaria, sobre todo mascarillas y guantes para trabajadores y personas albergadas.

Por estos días, Susana -una mujer que ha vivido en las calles durante los dos últimos años- usa una mascarilla negra y guantes blancos.

Ella llegó al albergue por el virus cuyo nombre no recuerda, pero que le genera miedo, y para rehabilitarse de su alcoholismo.

Un objetivo de quienes trabajan allí, unos 50 funcionarios, es lograr que la gente no vuelva a la calle cuando termine la cuarentena. “Mi adicción al trago -dice Susana- me llevó a dormir cada noche al pie de la Basílica. El trato que me dan acá me ha hecho pensar en que no quiero volver”. MÁS SOBRE LA EMERGENCIA SANITARI

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